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lunes, 27 de enero de 2014

Ansiedad


Llevamos ya una temporada bastante larga en la que, debido a la incertidumbre en la que nos hacen vivir, se oye muchas veces frases como "mírame la tensión porque estoy muy nerviosa", "últimamente duermo muy mal" o "a veces siento como si me faltase el aire". Por lo general, son trastornos transitorios, pero hay ocasiones en las que se prolonga demasiado en el tiempo y que genera cuadros de ansiedad.
La ansiedad es una señal de alerta que advierte sobre un peligro inminente y permite a la persona que adopte las medidas necesarias para enfrentarse a una amenaza. Debemos entender la ansiedad como una sensación o un estado emocional normal ante determinadas situaciones y que constituye una respuesta habitual a diferentes situaciones cotidianas estresantes. Por eso, determinado grado de ansiedad es bueno para el manejo de las exigencias del día a día. Pero cuando sobrepasa cierta intensidad o supera la capacidad adaptativa de la persona, es cuando se convierte en patológica, provocando un malestar que afecta tanto al plano físico, como al psicológico o conceptual.
Los trastornos de ansiedad son un grupo de enfermedades caracterizadas por la presencia de preocupación, miedo o temor excesivo, tensión o activación que provoca un malestar notable o un deterioro clínicamente significativo de la actividad del individuo.



Uso de plantas medicinales en el tratamiento de la ansiedad
Muchas de estas sustancias pueden ser útiles en afecciones leves o moderadas, e incluso en enfermedades crónicas. Pero es fundamental conocer los riesgos en su utilización. Entre las plantas medicinales de las que existe una cierta evidencia de su efecto ansiolítico encontramos las siguientes:

  • Valeriana: indicada en las situaciones temporales de tensión nerviosa leve y de la dificultad para conciliar el sueño. Para el tratamiento de la ansiedad pueden tomarse hasta 3 dosis diarias, mientras que para conciliar el sueño, una dosis entre media y una hora antes de acostarse puede ser suficiente. Estudios recientes han demostrado que no produce somnolencia, ni afecta a la capacidad de concentración, de conducir ni de manejar maquinaria peligrosa, salvo en las 2 horas inmediatamente posteriores a su administración. El efecto puede verse potenciado por el consumo de alcohol.
  • Melisa: utilizada en caso de tensión, intranquilidad e irritabilidad, así como en el tratamiento sintomático de trastornos digestivos menores de tipo espasmódico. Como sedante se administra por vía oral 2 a 3 veces al día.
  • Pasiflora o pasionaria: indicada para la tensión nerviosa, la irritabilidad y la dificultad para conciliar el sueño. En el mercado se encuentran disponibles cápsulas que se administran entre 3 a 4 veces al día.

Cómo actuar ante un ataque o crisis de ansiedad
Aproximadamente un 10% de la población experimenta en alguna ocasión una crisis de ansiedad. Ante una crisis, en ocasiones es necesaria la actuación y tratamiento médico, pero si la persona afectada o alguien cercano a ella están dotados de los recursos personales adecuados, pueden hacerle frente con éxito por sí mismos.
La crisis de ansiedad es la aparición temporal, más o menos repentina, ante alguna situación (accidente, fobias, etc) y en algunas ocasiones sin motivo aparente, de una activación fisiológica y motora exagerada que conlleva al menos cuatro de los síntomas que aparecen en el cuadro inferior, acompañada de una serie de pensamientos que produce un miedo intenso a lo que se está sintiendo e incluso a morir, ya que muchas veces se cree que se está sufriendo un infarto u otra patología similar, pero no es así, físicamente la persona se encuentra bien.

Recomendaciones
  • Es fundamental conocer la sintomatología (ver cuadro inferior)
  • Se debe saber que se está más nervioso de lo normal y que la respuesta de alarma está siendo un poco desproporcionada
  • Hay que hacer un esfuerzo por autoconvencerse de que no se está padeciendo asfixia, infarto o similar, si no que físicamente se está bien. Esto puede ayudar a relajarse, tranquilizarse y eliminar la angustia y el miedo ante los síntomas.
  • Controlar la respiración para disminuir la hiperventilación e hiperoxigenación logrando que desaparezcan las desagradables sensaciones físicas: en una posición cómoda (sentado o de pie), colocar una mano sobre el pecho y la otra sobre el abdomen; respirar al ritmo que suele hacerse cuando se está tranquilo, cada 4 ó 5 segundos. Inspirar por la nariz, intentando dirigir el aire hacia la parte baja de los pulmones, y notar cómo se eleva la mano situada en el abdomen, para elevarse después la mano sobre el pecho, retener el aire unos 2 segundos y soltarlo por la boca de forma suave, notando cómo descienden las manos y se vacían los pulmones. Repetirlo varias veces hasta que comience a relajarse.
  • A la vez que se va controlando la respiración, es importante prestar atención a los cambios que se están produciendo, tratando de animarse con pensamientos positivos como: "físicamente estoy bien", "mi corazón late más despacio", "ya me estoy tranquilizando", etc.



Fisiológicos

Motores cognitivos
Aumento de la frecuencia cardíaca (taquicardia), que se percibe como palpitaciones. Pulso rápido. Tensión arterial alta. Durante toda la crisis, la persona experimenta:
Sudoración fría o caliente. Escalofríos o sofocaciones. Hiperactividad.
Temblores, sacudidas. Tensión muscular. Movimientos desorganizados y torpes.
Sensación de opresión en el pecho. Dificultades de expresión verbal (incluso tartamudeo).
Molestias precordiales. Paralización motora.
Sensación subjetiva de ahogo. Inseguridad, preocupación, dificultad para la toma de decisiones.
Hiperventilación e hiperoxigenación, provocadas por la propia persona al aumentar su frecuencia respiratoria. Miedo al descontrol, a "volverse loco". Sensación de pérdida sobre el control del ambiente.
Náuseas, molestias abdominales. Miedo ante la sintomatología, incluso miedo a morir. Se puede pensar que se está sufriendo un ataque cardíaco, o que la asfixia es inminente.
Mareo, sensación de inestabilidad.
Parestesias, sensación de hormigueo distal (manos y pies) y/o entumecimiento (sensación de acorchamiento).
Agarrotamiento muscular, principalmente en extremidades.
Desmayo y pérdida de consciencia por hiperventilación.


Información obtenida de las fichas de recomendaciones de la Sociedad Española de Farmacia Comunitaria (SEFAC)

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